Un hombre entra a una barbería para afeitarse.
Mientras el barbero le echa espuma, menciona los problemas que tiene para afeitarse al ras las mejillas.
“Tengo justo lo que necesito”, dice el barbero, sacando una pequeña bola de madera de un cajón cercano.
“Simplemente coloque esto entre la mejilla y la encía”.
El cliente se mete la pelota en la boca y el barbero procede con el afeitado más apurado que el hombre haya experimentado jamás.
Después de algunas caricias, el cliente pregunta en un lenguaje confuso:
“¿Y qué pasa si lo trago accidentalmente?”
“No hay problema”, dice el barbero,…
“Simplemente toma un laxante y tráelo mañana como hacen todos los demás”.