Un anciano sube a un autobús lleno de gente y nadie le cede asiento.
Mientras el autobús se sacude y traquetea, el bastón del anciano resbala en el suelo y él cae.
Mientras se levanta, un niño de siete años, sentado cerca, se gira hacia él y le dice:
“Si pusieras una cosita de goma en el extremo de tu bastón, no se resbalaría”.
El anciano responde: “Bueno, si tu papá hubiera hecho lo mismo hace siete años, ¡hoy tendría un asiento!”