Un granjero quería que atendieran a sus gallinas, así que fue al mercado en busca de un gallo.
Esperaba poder conseguir un gallo especial que pudiera servir a todas sus gallinas.
Cuando le dijo esto al vendedor del mercado, el vendedor respondió: “Sólo tengo el gallo para ti. ¡Henry, aquí está el gallo más cachondo que jamás hayas visto!
Entonces el granjero llevó a Henry de regreso a la granja.
Sin embargo, antes de dejarlo suelto en el gallinero, le dio a Henry una pequeña charla de ánimo.
“Henry”, dijo, “cuento contigo para hacer tus cosas”.
Y sin decir una palabra, Henry entró pavoneándose en el gallinero.
Henry era tan rápido como furioso, montando a cada gallina como un rayo.
Hubo muchos graznidos y muchas plumas volando, hasta que Henry terminó de hacer lo que quería con cada gallina.
Pero Henry no se quedó ahí, entró al granero y montó todos los caballos, uno por uno y siempre al mismo ritmo frenético.
Luego fue a la porqueriza donde hizo lo mismo.
El granjero, viendo todo esto con incredulidad, gritó: “Detente, Henry, te matarás”.
Pero Henry continuó, buscando a cada animal de la granja de la misma manera.
Bueno, a la mañana siguiente, el granjero miró y vio a Henry tirado en su césped.
Tenía las piernas en el aire, los ojos en blanco y la larga lengua colgando.
Un buitre ya sobrevolaba a Henry.
El granjero se acercó a Henry y le dijo: “Pobrecito, mira lo que hiciste, te fuiste y te suicidaste. Te lo advertí, gran amigo”.
“Shhhhh”, susurró Henry, “el buitre se está acercando”.