Había una vez un hombre mayor que vendía flores en un pequeño pueblo y le iba bastante bien.
Al otro lado de la calle, unos monjes abrieron también una floristería y donaron todas sus ganancias a caridad, subvalorando al hombre.
El hombre tenía que hacer algo o perdería su negocio, así que al principio suplicó.
Pero nada de lo que intentó logró que se fueran.
Luego contrató a un hombre llamado Hugh quien prometió resolver su problema.
A la mañana siguiente los monjes hicieron las maletas y se marcharon.
La moraleja de la historia es: Hugo, y sólo Hugo, puede impedir que los frailes floristas.