Un joven llamado John recibió como regalo un loro.
El problema era que el loro tenía mala actitud y un vocabulario aún peor.
Cada palabra que salía de la boca del pájaro era grosera, desagradable y estaba plagada de blasfemias.
John intentó y trató de cambiar la actitud del pájaro diciendo constantemente sólo palabras amables,
tocando música suave y cualquier otra cosa que se le ocurriera para “limpiar” el vocabulario del pájaro, pero fue en vano.
Finalmente, John se hartó y le gritó al loro. El loro gritó en respuesta. John sacudió al loro y el loro se enojó más y se volvió aún más grosero.
Desesperado, John levantó las manos, agarró al pájaro y lo metió en el congelador. Durante unos minutos el loro graznó, pataleó y gritó.
Entonces, de repente, se hizo un silencio total. No se escuchó ni un pío durante más de un minuto.
Temiendo haber matado al loro, John abrió rápidamente la puerta del congelador. El loro tranquilamente se subió al brazo extendido de John
y dijo:
“Creo que te he ofendido con mi lenguaje y mis acciones groseras. Estoy sinceramente arrepentido por mis transgresiones inapropiadas
y tengo la intención de hacer todo lo posible para corregir mi comportamiento grosero e imperdonable”.
John quedó atónito ante el cambio en la actitud del pájaro.
Cuando estaba a punto de preguntarle al loro qué había provocado un cambio tan dramático en su comportamiento, el pájaro continuó.
“¿Puedo preguntar qué hizo el pollo?”