Recientemente visité Tala Game Reserve, en KwaZulu-Natal, con mi madre.
Pasamos algunas horas conduciendo buscando animales, pero nos decepcionó que no vimos casi nada.
Eventualmente encontramos nuestro camino hacia el escondite de pájaros con vista a una pequeña presa, con colinas ondulantes más allá.
Colocamos nuestras sillas de camping en la cubierta abierta y nos sentamos en silencio, disfrutando de la vista.
No pasó mucho tiempo antes de que nos diéramos cuenta de que dondequiera que miráramos había caza para ver.
Las aves acuáticas se habían vuelto a asentar en el agua, los hipopótamos en la presa asomaban la cabeza para gruñir y resoplar,
las aves rapaces volaban en círculos sobre sus cabezas, los monos jugaban en la enorme higuera al otro lado de la presa,
avestruz, kudu, impala y se podían ver ñus en las colinas y rinocerontes pastando en la distancia.
La lección que recordé es que el deseo a menudo crea efectos paradójicos:
Cuanto más quieres algo, cuanto más lo persigues, más te elude.
Henry Thoreau dijo: “La felicidad es como una mariposa:
cuanto más lo persigas, más te eludirá; pero si diriges tu atención a otras cosas, vendrá y se posará suavemente sobre tu hombro”.