Un mendigo se ponía a pedir limosna cada día a la salida de una iglesia con un sombrero.
Un día un señor que asistía a misa lo ve llegar con dos sombreros y entonces se le acerca y le dice:
– ¡Oiga! Quería hacerle una pregunta.
¿Por qué trae hoy los sombreros?
Y éste le contesta:
-Bueno, señor, la verdad es que me ha ido tan bien últimamente,
que he decidido abrir una sucursal.