El dilema del mando a distancia

Marido: Cariño, ¿has visto el mando a distancia?

Esposa: No, no lo he visto. ¿Has mirado en los sitios habituales?

Esposo: Por supuesto. Miré debajo de los cojines, entre los cojines, incluso dentro de los cojines.

Esposa: ¿Y?

El marido: Nada. Es como si el mando a distancia se hubiera desvanecido en el aire.

Típico. Justo cuando estábamos a punto de ver nuestro programa favorito.

Esposo: Lo sé, ¿verdad? Es como si el universo conspirara contra nosotros.

Esposa: O quizá sólo se esconde de tus torpes dedos.

Marido: Oye, que sepas que soy un maestro del mando a distancia.

Esposa: Claro que sí, querido. Por eso siempre tardas diez minutos en encontrarlo.

Esposo: Se llama minuciosidad.

Esposa: Si tú lo dices. Pero mientras sigues buscando, yo estaré en la cocina haciendo palomitas.

Marido: ¡Espera, creo que lo he encontrado! Espera, ¡creo que lo he encontrado!

Esposa: ¿En serio? ¿Dónde estaba?

Marido: En mi mano todo este tiempo.

Esposa: facepalms Nunca dejas de sorprenderme, cariño.

Esposo: Mi objetivo es complacer. Ahora, vamos a ver ese programa antes de que vuelva a perder el mando.

Esposa: De acuerdo. Y esta vez, intenta no perderlo antes de los créditos iniciales.

Esposo: No prometo nada. Pero al menos sabemos que, acabe donde acabe, está en buenas manos.

Esposa: Sonríe si tú lo dices, querida. Si tú lo dices.