Dos rubias estaban trabajando en una casa.
El que estaba clavando el revestimiento metía la mano en su bolsa de clavos,
sacaba un clavo y lo arrojaba por encima del hombro o lo clavaba.
El otro, pensando que valía la pena investigarlo, preguntó: “¿Por qué tiras esos clavos?”
El primero explicó: “Si saco un clavo de mi bolsa y me apunta,
lo tiro porque está defectuoso. Si apunta hacia la casa, ¡lo clavo!
La segunda rubia se enojó completamente y gritó: “¡Idiota!
¡Los clavos que apuntan hacia ti no son defectuosos! ¡Son para el otro lado de la casa!