Un joven entra a trabajar como dependiente en una droguería. El primer día, un empleado más veterano le dice:
– Mira, el trabajo en sí no es demasiado complicado, pero un consejo te voy a dar.
Si quieres que el jefe esté contento contigo, lo que tienes que hacer es vender el producto de la semana.
Si haces bien tu trabajo y encima consigues vender el producto de la semana, el jefe te dará días libres, pagas extras, lo que sea. ¿Entiendes?
En ese momento entra una cliente y el compañero dice:
El producto de esta semana es el Cristasol. Observa cómo lo hago yo.
– Buenos días, ¿qué desea?
– Buenos días. Pues mire, yo quería un bote de Pronto para limpiar los muebles.
– Por supuesto, enseguida se lo traigo.
El dependiente se cuela en el almacén y cuando sale deja en el mostrador un bote de Pronto y el Cristasol. La señora replica:
– Perdone pero yo no le he pedido el limpia cristales.
– Mire señora, yo sé que con el Pronto le van a quedar los muebles resplandecientes.
¿Pero qué va a pasar? Que como llegue su marido y los cristales no estén limpios y diáfanos, el conjunto desmerece y no va a poder apreciar en su medida la belleza de los muebles.
– Vaya, pues tiene usted razón. Me voy a llevar el Cristasol también.
Se va la cliente y el dependiente se dirige al joven:
– ¿Has visto qué sencillo es? Mira, ahí viene otra cliente. Lo voy a repetir por última vez ¿de acuerdo? Tú fíjate bien.
– Buenos días, ¿qué desea?
– Buenas, yo venía a por una botella de Don Limpio porque quiero fregar los suelos de mi casa ¿sabe?
– Ahora mismo, señora.
De nuevo se mete al almacén y saca la botella de Don Limpio y el Cristasol. Al verlo, la señora le dice:
– Oiga, yo no le he pedido Cristasol.
– Ya lo sé, ya lo sé. Pero mire. Con el Don Limpio los suelos le van a quedar como la luz del día, se lo garantizo.
Pero si no limpia los cristales, cuando llegue su marido no va a poder apreciar en su totalidad todo el esfuerzo que usted ha realizado dejando los suelos como los chorros del oro.
– Eso es verdad. Pues también me voy a llevar el Cristasol.
Se va la cliente y el dependiente se dirige de nuevo al joven:
– Te has quedado con la idea ¿no? Ahora te dejo solo y a ver cómo te las arreglas tú. Mira, otra cliente. A ver qué tal se te da.
El nuevo dependiente se acerca amablemente a la señora y empieza:
– Buenos días, ¿desea algo?
– Buenos días. Pues sí, yo quería un paquete de Tampax.
– (pensando) Me cago en la puta, ¿y cómo me lo monto yo ahora con ésta para colarle el Cristasol? Joder, siempre me toca a mí lo peor, ¿y qué hago yo ahora?
El chaval se mete al final en el almacén y cuando regresa viene con una caja de Tampax en una mano y en la otra el Cristasol.
Los deja sobre el mostrador y entonces la señora le comenta:
– Lo siento joven, pero yo no he pedido una botella de Cristasol.
– Mire señora, como va a estar ocho días sin follar, se entretiene limpiando cristales.