Un anciano está en la consulta y le pregunta al médico si había alguna manera de saber si su esposa tenía problemas de audición.
El médico respondió: “Si no quiere venir a hacerse una prueba de audición, puede intentar hablar con ella cuando llegue a casa.
Si no obtiene respuesta, acérquese un poco más y repita lo que ha dicho.
Si ella no te escucha al principio, puedes medir qué tan sorda está por lo cerca que te acercas, hasta que ella sí te escucha”.
Armado con esta información, emprende el camino a casa.
Al abrir la puerta principal, ve a su esposa en la cocina al final del pasillo, de espaldas a la puerta.
Cerrando la puerta silenciosamente, le dice a su esposa: “Hola cariño, estoy en casa, ¿qué hay para cenar?”.
No obtiene respuesta, así que se acerca un poco más y dice de nuevo: “Hola cariño, estoy en casa, ¿qué hay para cenar?”.
Todavía no hay respuesta; entonces entra a la cocina y dice: “Hola cariño, estoy en casa, ¿qué hay para cenar?”
Nuevamente ella no responde, por lo que él se acerca a ella, le toca el brazo y le dice: “Hola cariño, estoy en casa, ¿qué hay para cenar?”.
Con eso, ella se da vuelta y le grita: “¡Salchichas con puré, por cuarta vez, bastardo sordo