Una querida anciana se alojaba en un hotel de un pequeño pueblo rural
y no podía conciliar el sueño a causa del ruido que emanaba de una fiesta en la planta baja.
Al principio lo soportó estoicamente.
Pero alrededor de las 2 de la madrugada,
cuando los gritos y chirridos eran más fuertes que nunca,
llamó a la recepción para preguntar qué estaba pasando.
“Oh, están celebrando un baile de policías”, respondió el empleado.
“Bueno”, dijo la anciana, “¿no es hora de que lo suelten?”