Un hombre entró en un banco y, casi de rodillas, pidió un préstamo.
Necesitaba el dinero desesperadamente para alimentar a su familia.
El banquero aprobó el préstamo y en poco tiempo entregó al prestatario un cheque por el monto del préstamo.
El banquero dijo: “Te sugiero que salgas y compres algo de comida”.
El prestatario miró indignado al banquero y respondió: “¡No me digas qué hacer con mi dinero!”.